lunes, 2 de junio de 2008

Marc Anthony y su magia rítmica


Hacía muchísimo tiempo que mi garganta no quedaba en estado tan calamitoso después de cantar y gritar hasta el extremo de mi aliento, o que mi cuerpo no quedaba tan traspasado de tanto ritmo y movimiento. Quien provocó aquello fue Marc Anthony, quien esta noche dio su primer (de tres) concierto en La Arena de Santiago. Realmente su pequeña y esmirriada figura se transformó en gigante apenas comenzó a bajar los peldaños de la escalera que lo llevaba a la plataforma del escenario. Las 15 mil personas (o tal vez más??) se transformaron en un solo coro y en un solo movimiento con los primeros sones. Y así se continuó durante hora y media. Ni siquiera se detuvo en las pausas entre cada canción. Aún allí se continuaba con los gritos, aún allí las palmas acompañaban el movimiento. Es que Marc Anthony tiene magia, tiene entusiasmo, tiene calidad. Incansablemente llenó el escenario con cada uno de sus movimientos y su voz resaltó con potentes vibraciones dejando claro con ello que la salsa también se la puede cantar desde la calidad de la voz. El encantamiento del público era total. Tanto que casi se le perdonó cuando tomó la bandera argentina que alguien del público le pasó (poco me di cuenta porque estaba encaramada en uno de los costados de la platea alta. Mi economía no está como pagar 60-80-100 mil o más para poder estar más cerca de él) y la enarboló en alto como si se tratase de nuestra propia bandera. Pero el error duró poco. Rápidamente salieron, también del público, no sólo una sino dos banderas que él las mantuvo a su lado hasta que el concierto terminó. Tal vez si hubiera que hacer una crítica fue que nos dejó a todos con sabor a poco. Aunque el recinto se venía abajo sólo salió una sola vez!!... bueno, se le entiende por todo lo que dio en el escenario. Así, y aún queriéndolo tener más, fue un concierto para disfrutarlo intensamente y que dejó claro que Marc Anthony brilla con colores propios, más allá de su conocidísima pareja: JL

El Aznavour de siempre

Uff que tiempo que hace no llenaba estas páginas!!... Creo que me di la necesaria pausa para reordenar mis pensamientos y colocarme de nuevo en la línea correcta, y aquí estoy, con más ánimo que nunca y dispuesta a enfrentar los nuevos desafíos con la cara al viento y desprendida de las cosas que voy dejando tras de mí. Hecha esta válida aclaración vayamos a lo que me motiva hoy a llenar este espacio.

Hay seres a quienes el paso del tiempo pareciera que no los toca, que llegan a cumplir décadas tras décadas, manteniendo (y transmitiendo) la lozanía de sus tiempos jóvenes. Ello es lo que pareciera suceder con Charles Aznavour, que pese a suis más de ochenta años (83 para ser más exactos) sigue encantando, cautivando y seduciendo con su potente y acariciante voz.
El espectáculo presentado anoche ante un Espacio Riesco abarrotado ( una potente presencia de +50, pero también rostros jóvenes que saben encontrar la calidad donde q2uiera que ella esté) fue un deleite, una joyita de esas que pocas veces llegan a ocupar los escenarios de nuestro país. No hicieron falta las parafernalias de colores, los fuegos artificiales, los juegos de luces o sistemas ultramodernos quie coloca la nueva tecnología. No, allí estaba un solo hombre con su voz y su calidad interpretativa, secundado por una orquesta de maestros y dos voces femeninas que tuvieron también su momento de gloria, cundo bajaron del encaramado lugar en que estaban para colocarse a la par con Aznavour y hacer su propio solo.
Pero hubo un par de cosas que pusieron su lunarcito. En primer lugar la llegada tarde de más de uno. Las hiñeras de sillas eran de un solo vuelo, sin ningún pasillo intermedio. Eso significaba que el que tenía el lugar numerado al final, tenía que pasar por delante de todos con los inconvenientes que ello significa. El problema se dio cuando ya el concierto había comenzado, y un silencio respetuoso enmarcaba las primeras canciones y llegaban estos personajes a última hora, produciendo molestias no sólo a la fila afectada, sino a los que estaban alrededor y más atrás. ¿Cuándo se irá a aprender en este paisito que la hora es la hora que se dice, que el tiempo no es elástico, ni acomodaticio a las necesidades de cada uno. Eso fue una cosa. La otra, que algunos se dedicaron a conversar en voz alta, o como un murmullo que, dado el tenor del concierto realmente se dejaba sentir...En fin, pequeñas perlas negras que se dejaron sentir. Pero igual, el concierto una maravilla!!