lunes, 16 de noviembre de 2009

de nuevo aquí..

Ufff, qué tiempo hace que no me recluia en estos espacios...Es que la vida se me h dado vuelta y lo que antes era tranquilidad y tiempo disponible para todo y todos se ha transformado en una vorágine del hacer permanente que no me deja tiempo para nada...escasamente para ir al baño a cumplir con vitales necesidades y para nutrir el cuerpo con lo que más necesita...Pero, no me quejo, estoy feliz de vivir, a estar alturas del partido, cuando se comienzan a jugar los descuentos, cosas nuevas, aprender algo distinto, y lo más importante estar cerca de los que más amo. Así es que a aceitar los engranajes que queda mucho tiempo para recorrer...

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Este otro septiembre...





Septiembre siempre ha sido un mes especial.
Recuerdo cuando pequeña era el mes en que me compraban ropa nueva (desde el zapato y para lucirlo el “dieciocho”), que podíamos salir a jugar con las amigas (sexos separados, cada uno en lo suyo. Ellos el fútbol, las bolitas, el trompo, las carreras fuertes. Nosotras, la ronda,el luche, y las muñecas). Eran tiempos sin televisión ni Internet. Tiempos donde la imaginación suplía la escasez de juguetes y donde el estar juntos, el compartir se tornaba en lo esencial.
Septiembre llegaba con sus mañanas luminosas y el aire cargado de olor a naturaleza. Los días comenzaban a sentirse más largos anunciando el camino hacia el verano, las vacaciones, las Navidades. El viento se prestaba para elevar los primeros volantines hechos en casa y con toda la imaginación posible…)

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Pero, lo más importante era el “18”. En el pueblo donde vivía todo se engalanaba. Las casas se pintaban para lucir su mejor cara. Los jardines se podaban y se renovaban las flores. A medida que la fecha se acercaba crecía el entusiasmo frente a las fiestas que se aproximaban. La plaza (corazón latiente del pueblo) se vestía con sus mejores ropajes. Ya los domingos, después de la misa, el tradicional ir y venir en su entorno cobraba entusiasmo. Todos querían estar.
Las fiestas comenzaban un par de días antes, con el desfile de todas las ”fuerzas vivas del pueblo”. Hasta el perro del vecino marchaba a paso marcial y al compás de las marchas germánicas que tocaba la banda del Regimiento R4 “Miraflores”. Sí, allí estábamos nosotras, allí estaba yo. Primero desde la escuela de monjas donde curse la preparatoria y luego desde el Liceo de Niñas, llevando el mismo tranco marcial, sintiéndonos (sintiéndome) orgullosa de no perderme el compas. (?Quién podría adivinar en esos momentos que esa misma marcialidad, ese mismo orgullo military iba a terminar en muerte y desolación de todo un pueblo?).
Los días siguientes el programa era intenso. En la plaza se competía al palo ensebado, al correr en sacos, a ponerle la cola al burro, mientras que en las afueras los campesinos tenían su propia fiesta en las corridas a caballo. En el entorno las ramadas ponían la música:cuecas y rancheras mexicanas. En las casas eran días de festines: asado, empanadas, tortas, dulces especiales. Se comía y se compartía con los amigos, con los vecinos. Había que tener el tremendo jarrón de ponche para inviter al que llegase a saludar. Eso no se sabía, simplemente aparecía…
Qué hermosos y lejanos días!



Hoy aquello me queda tan lejano, en el tiempo y en el espacio. Los amigos me escriben contándome que el aire se llenó con olor a empanadas….(mmmmm…agudizo mi olfato y llego a percibir ese aroma tan propio de la empanada…), a banderas tricolores y a cueca. Me hablan de que se siente la primavera, que el sol alumbra y calienta y que la naturaleza toda comienza a despertar después de su largo descanso invernal…
Me lleno de nostalgia, de recuerdos, de sensaciones cuando mi septiembre se comienza a tornar cada vez más frío, cada vez más gris... cuando la naturaleza se va recogiendo y el verde va desapareciendo del paisaje…Cuando mi septiembre no me habla del verano, sino me anuncia el largo y congelado invierno…Pero, en fin, desde mi realidad también disfruto desde ese otro septiembre, a la distancia y perdida en el recuerdo de los amig@s…

jueves, 11 de septiembre de 2008

mi propio once de septiembre...




Los recuerdos llegan cada once de septiembre con tal nitidez que, a veces, logran confundirse con el propio presente. Me veo, varios años menos, temprano en la mañana tratando de convertirme en lo que lo menos era: una mujer elegante y distinguida. Desde hace tiempo los colegas de ”La Copucha” (como llamábamos a la sala donde nos concentrábamos todos los periodistas que cubrían La Moneda) venían reclamando que querían ver mis piernas, eternamente enfundadas en pantalones. Y justo ese día once les quise dar el gusto. Había llegado a casa de madrugada, cuando ya los gallos comenzaban a anunciar el día. Los anuncios de que algo estaba sucediendo comenzaron a llegar a la radio (Radio Corporación, perteneciente en ese momento al PS) temprano en la tarde del día 10. Los teléfonos no dejaban de sonar “hemos visto los tanques fuera del regimiento”, “hay mucha actividad en los cuarteles”, se nos repetía. ?Cuántas veces se había escuchado lo mismo en el ultimo tiempo”.

(Yo cubría La Moneda (me encargaba de la Presidencia, RREE y Ministerio del Interior) desde marzo del 73. Tuve, sin duda, el privilegio de acompañar a Allende en sus últimas actividades. Recuerdo a Clodomiro Almeyda, un par de días antes del once, cuando recién llegaba de Moscú. Lo asediamos (en esos años no había podio nio micrófono especial para nadie) en cuanto cruzó la entrada principal y mientras los guardias le rendían honores. Queríamos saber cómo le había ido en ese viaje tan decisivo en el apoyo internacional. Poco dijo, pero su mirada esquiva y cansada, dijo mucho más que las palabras: Moscú daba la espalda a Chile y dejaba al país desprotegido para enfrentar las oscuras fuerzas que se movían en las tinieblas).

Lo cierto es que no le dimos mayor credibilidad a los anuncios. Era como el cuento del lobo, la amenaza que nunca llegaba. Me fueron a dejar en el auto de la radio. Nos despedimos en broma, como si nunca más nos pudiésemos encontrar (!quién iba a pensar que era exactamente eso lo que sucedería!?). Yo me quedé dormida de inmediato pensando en la “pinta” que iba a lucir al día siguiente: zapatos altos y cartera haciendole juego (como se estilaba en esos años), medias transparentes, vestido corto, una chaqueta (septiembre aún muestra el rosto helado) y muy bien peinada. Tan absorta estaba al día siguiente en lograr un aspecto de “mina seductora”, que ni siquiera escuché las noticias de la mañana. El primer anuncio de que algo andaba mal, lo tuve al llegar al paradero. Había inquietud, temor, inseguridad entre los que esperaban la micro. Ya cuando emprendimos el viaje, ví cómo por la carretera Norte-Sur (entonces Panamericana) pasaban vehículos militares. Sus ocupantes llevaban tenidas de combate. Hasta allí me llegó “la pinta”. Lo único que deseaba era llegar a la radio, o al menos a la sede del partido para recibir instrucciones.
Mucho antes de llegar al centro de Santiago nos tuvimos que bajar. El tránsito estaba interrumpido y ningún vehículo no autorizado (menos el transporte público) entraba al casco central. Me bajé y metiendo en mi elegante cartera mis temores endilgué mis pasos hacia la sede partidaria del Cerro Santa Lucía (qué distinta hubiese sido la comunicación de haber tenido un cellular en la mano!!). No pude hacerlo. Barreras militares impedían el acceso hacia el local. Rapidamente mis pensamientos y decision me llevaron a la casa de una amiga que vivía a pocos metros de la Alameda. Allí llegué y allí me quedé horas, días. No estaba sola. Aparte de la dueña de casa, habían llegado otras amigas, sumidas en los mismos miedos, en las mismas incertidumbre (cada año este reducido grupito recordamos esos momentos terribles). Cada una aportaba lo poco o nada que se sabía. Las radios estaban intervenidas. Traté de llamar a la radio, hasta que alguien me respondió a gritos, tratando de dejarse escuchar entre el ruido ensordecedor de las balas que caían incesantemente dentro y fuera del edificio (el local de Radio Corporación, estaba ubicado justo al frente de uno de los costados de La Moneda). Sentíamos el ruido de los motores de los aviones que sobrevolaban el centro.
Arriba del departamente de mi amiga, vivía una señora, más que entrada en años (o al menos eso me parecía), que tenía ”el” televisor del edificio. Allí, en silencio, sin hacer comentarios, con los ojos inundados en lágrimas nos entereamos de lo que había sucecido con La Moneda, con el Presidente Allende y con tantos otros que cayeron junto con él. La señora del televisor aplaudía. Su hijo era comandante del Ejercito y estaba en la primera línea de combate. Nosotras enmudecidas de dolor, con el corazón revuielto, mirábamos sin entender mucho las imágenes oscuras, siniestras, de ese día siniestro y oscuro.
Bajamos con pasos pesados, como arrastrando la realidad que terriblemente nos había llegado. Allí nos quedamos durante los dos días siguientes que duró el toque de queda. Aterrorizadas ante cada ruido extraño del exterior, pensando en nuestros amigos, compañeros, tratando de hilvanar pensamientos correctos. No recuerdo qué comimos, cómo dormimos… solo me queda esa sensación de soledad, vacío, fragilidad, inseguridad, miedo. De la noche a la mañana habíamos pasado de ser los gestores, los impulsores de un mundo distinto, más alegre, más igualitarios, donde nadie careciese de lo que la dignidad del hombre exige a ser victimas perseguidas, asesinadas, torturadas, violadas…?Cómo fue eso possible? ?Qué permitió (o cómo permitimos) que tantos sueños, que tantos ideales, que tanta lucha y formación política, hayan sido destrozados de un solo zarpazo?
No voy a entrar en el analisis de lo que fue esa experiencia y de sus consecuencias. Se ha dicho y escrito tanto a lo largo de estos años, que es como sentir que la historia se nos cuenta y recuenta con distintas voces. Deseaba simplemente contar, compartir, lo que fueron esas horas, esos días…

jueves, 4 de septiembre de 2008

La partida de un amigo...


La noticia me sorprende abruptamente, colocando una nube gris al asoleado retorno de mis vacaciones en las costas españolas. “Sabes quién murió? – me pregunta la voz amiga del otro lado del fono. Mi mente tránsita rápido buscando algún nombre que se suponía pronto a embarcarse en ese viaje sin retorno. Cuando aún no lograba llegar a un nombre, la misma voz apunta “Murió Carlos Davis, que tu lo conoces”. Nuevo chequeo y no aparece nadie en mi lista con ese nombre. Cuando lo niego me responden. “Pero, es el chico, si mi hermano dice que tu lo conoces”…Allí mi pensamiento se congela en una sola imagen, en un solo nombre. “No sera Carlos Geywitz?, pregunto con la voz débil, tal vez esperando que no sea así…Pero nada. Sí, es él, Carlos Geywitz el inconfundible amigo, poeta que estuvo siempre en mi recuerdo, aunque poco nos viésemos en estos largos años de ausencia de Suecia.
En Chile me lo encontré sorpresivamente en el centro de Santiago. Eran sus últimos días y andaba apurado comprando regalos para los amigos. Sabía de su presencia por esos lados, de sus lecturas poéticas, de sus viajes por el territorio. Desgraciadamente a nada de ello fui. Por esos tiempos estaba absorbida en un negocio que poco espacio libre me dejaba. Nos detuvimos a conversar, me dejó su ultimo libro, escribió apuradamente en él, …y allí nos apartamos.
Lo volví a encontrar hace casi un año, en la Embajada cuando entre decenas de invitados nos apretujábamos para salvar la copa de vino que habíamos logrado. Allí estaba, con su melena enmarañada y su sonrisa eterna. Nos dimos un abrazo, conversamos de cosas triviales, aquellas que se acostumbran en encuentros como ésos, …y nos volvimos a dejar.
Ya no nos volveremos a encontrar. La muerte, esta fiel acompañante de nuestras vidas, fijó su termino. Pero Carlos, él no se va del todo. Allí me queda el recuerdo de muchos momentos, como cuando osé desde la periferia tratar de ayudar a los que entonces conformaban el Grupo Taller (Infante, Santini, Geywitz y Badilla) a sacar una revista literaria. No recuerdo cual fue su destino, pero sí que disfrute aprendiendo, aguzando el oido para no perderme esas memorables conversaciones que tenían un principio, pero nunca se sabía el término. Allí me queda también ese ultimo libro suyo “Años de Asedio”, y su dedicatoria escrita apuramente en una calle de Santiago. Por ultimo me queda el recuerdo de su presencia, de sus comentarios sarcásticos, oportunos, de su goce por la vida (al menos en lo que nos mostraba hacia afuera) de su inconfundible figura entre tantos que somos y que seguiremos siendo parte de este país.
Ello no me lo arrebató la muerte…

jueves, 14 de agosto de 2008

Del horror a la alegría:, Dos películas imperdibles


Pocas veces había quedado expuesta a sentimientos tan contradictorios como los que me brindaron dos películas, actualmente en plena cartelera acá en Estocolmo. La primera se presentaba en uno de los pequeños y tradicionales cines, que han sobrevivido a los gtandes complejos. “La zona”, película mexicana (inusual para los suecos que más gustan del cine norteamericano o europeo), del realizador Rodrigo Plá, vista en el “Sture” en Birger Jarlgatan.
La trama succiona los sentidos desde el primer momento. Una historia que podría ser real en cualquiera de nuestros países donde la corrupción, las contradicciones sociales y las injusticias, corresponde a lo normal de la vida. Tres chicos de una población márginal que se codea con un condominio exclusivo, de gente linda y resguardado por celosos vigilantes, cámaras, y un (al parecer) insalvable muro coronado con un cerco de tendido eléctrico, logran traspasar la frontera cuando un temporal, derriba un gigantesco aviso luminoso que cae sobre el muro. La idea de estos tres adolescentes era aprovechar al máximo esta oportunidad que les daba la naturaleza y sacar provecho de ella. En la primera casa que entran son sorprendidos cuando se llenaban los bolsillos con los objetos de valor que encontraban a su paso. Los hechos se suceden tan rápido que sin darse cuenta (ni nosotros como espectadores ni ellos como los actores) la mujer que los había sorprendido robando está en suelo. A estas Alturas ya los guardias se habían percatado de la intromision y puesto en estado de alerta a toda la comunidad. Acostumbrados a tomarse la justicia por sus manos la persecusión se desata sin piedad. Dos de los jóvenes son muertos de inmediato, en el intercambio de disparos muere por equivocación uno de los guardias. El tercer chico logra escapar y refugiarse en el sótano de una de las viviendas. En entonces cuando se comienza a desarrollar la envolvente trama, que transforma en una jauría humana a los vecinos que sin piedad se lanzan tras la búsqueda del supuesto asesino. La polícia llega alertada por gente del exterior. El que los comanda se da cuenta que algo ha pasado en la noche, pero el compromise de silencio cierra la boca de todos. El hallazgo de los cuerpos de los dos chicos que son arrojados por el camión de la basura, no hace más que confirmar las sospechas policiales. Sin embargo nada se puede hacer. El poder de los que viven enmurallados es demasiado fuerte y la justicia queda irremediablemente en sus manos. No cuento el final para no entorpecer la historia…Pero es una película que hay que verla por lo cercana que nos puede resultar (aparte del excelente trabajo cinematográfico) así nos deje el alma hecha añicos.


”Mamma Mía” el musical basado en las canciones más populares del grupo sueco ABBA, está en casi todos los cines del país. Es sin duda el estreno del año, un estreno que aquí en Estocolmo tuvo como figuras invitadas a la mayoría de los actors y a los integrantes del famoso grupo. Esto ultimo no sucedía desde 1986… Sí, tal como lo leen, hacía más de 20 años que sus integrantes no compartían un mismo momento y por Dios que valió la pena!!..Este musical, dirigido por Phyllida Lloyd, no solo muestra una faceta desconocida de Meryl Streep, quien canta baila, se emociona, rie y se transforma, sino que además ha traído a la memoria colectiva temas inolvidables de los ABBA, como Mamma Mía, El ganador se lo lleva todo, Honey, Honey o Chiquitita y los ha hecho popular en las nuevas generaciones. La historia es simple y gira en torno al casamiento de Sophie, quien con su madre (Donna-Meryl Streep), viven en una isla griega. Hasta aquí todo sería muy simple, pero no es tan así. Sophie descubre, leyendo el diario de vida de su madre, que su desaparecido padre no solo puede ser una persona sino hay tres eventuales candidatos con los cuales su madre tuvo…mmmm…aquello…(jajaja, así lo cuenta Sophie a sus amigas). Bueno, ella decide inviter a los tres para descubrir quien en su verdadero padre…Todo esto da pie a que las canciones y coreografías se vayan sucediendo una tras otras con tal dinamismo, entusiasmo, y alegría, que cuando cae el talon, lo único que uno desea es continuar la fiesta… Uno sale alegre, optimista, reafirmado en la amistad y el amor…Además, como que dan deseos de buscarse una casa, en alguna de las tantas islas griegas, y disfrutar, disfrutar a concho la simpleza de la vida…Uff, qué lindo sería si ello fuera posible…Así es que alli tienen, dos recomendaciones de cine para llenar distintas inquietudes y deseos…

lunes, 2 de junio de 2008

Marc Anthony y su magia rítmica


Hacía muchísimo tiempo que mi garganta no quedaba en estado tan calamitoso después de cantar y gritar hasta el extremo de mi aliento, o que mi cuerpo no quedaba tan traspasado de tanto ritmo y movimiento. Quien provocó aquello fue Marc Anthony, quien esta noche dio su primer (de tres) concierto en La Arena de Santiago. Realmente su pequeña y esmirriada figura se transformó en gigante apenas comenzó a bajar los peldaños de la escalera que lo llevaba a la plataforma del escenario. Las 15 mil personas (o tal vez más??) se transformaron en un solo coro y en un solo movimiento con los primeros sones. Y así se continuó durante hora y media. Ni siquiera se detuvo en las pausas entre cada canción. Aún allí se continuaba con los gritos, aún allí las palmas acompañaban el movimiento. Es que Marc Anthony tiene magia, tiene entusiasmo, tiene calidad. Incansablemente llenó el escenario con cada uno de sus movimientos y su voz resaltó con potentes vibraciones dejando claro con ello que la salsa también se la puede cantar desde la calidad de la voz. El encantamiento del público era total. Tanto que casi se le perdonó cuando tomó la bandera argentina que alguien del público le pasó (poco me di cuenta porque estaba encaramada en uno de los costados de la platea alta. Mi economía no está como pagar 60-80-100 mil o más para poder estar más cerca de él) y la enarboló en alto como si se tratase de nuestra propia bandera. Pero el error duró poco. Rápidamente salieron, también del público, no sólo una sino dos banderas que él las mantuvo a su lado hasta que el concierto terminó. Tal vez si hubiera que hacer una crítica fue que nos dejó a todos con sabor a poco. Aunque el recinto se venía abajo sólo salió una sola vez!!... bueno, se le entiende por todo lo que dio en el escenario. Así, y aún queriéndolo tener más, fue un concierto para disfrutarlo intensamente y que dejó claro que Marc Anthony brilla con colores propios, más allá de su conocidísima pareja: JL

El Aznavour de siempre

Uff que tiempo que hace no llenaba estas páginas!!... Creo que me di la necesaria pausa para reordenar mis pensamientos y colocarme de nuevo en la línea correcta, y aquí estoy, con más ánimo que nunca y dispuesta a enfrentar los nuevos desafíos con la cara al viento y desprendida de las cosas que voy dejando tras de mí. Hecha esta válida aclaración vayamos a lo que me motiva hoy a llenar este espacio.

Hay seres a quienes el paso del tiempo pareciera que no los toca, que llegan a cumplir décadas tras décadas, manteniendo (y transmitiendo) la lozanía de sus tiempos jóvenes. Ello es lo que pareciera suceder con Charles Aznavour, que pese a suis más de ochenta años (83 para ser más exactos) sigue encantando, cautivando y seduciendo con su potente y acariciante voz.
El espectáculo presentado anoche ante un Espacio Riesco abarrotado ( una potente presencia de +50, pero también rostros jóvenes que saben encontrar la calidad donde q2uiera que ella esté) fue un deleite, una joyita de esas que pocas veces llegan a ocupar los escenarios de nuestro país. No hicieron falta las parafernalias de colores, los fuegos artificiales, los juegos de luces o sistemas ultramodernos quie coloca la nueva tecnología. No, allí estaba un solo hombre con su voz y su calidad interpretativa, secundado por una orquesta de maestros y dos voces femeninas que tuvieron también su momento de gloria, cundo bajaron del encaramado lugar en que estaban para colocarse a la par con Aznavour y hacer su propio solo.
Pero hubo un par de cosas que pusieron su lunarcito. En primer lugar la llegada tarde de más de uno. Las hiñeras de sillas eran de un solo vuelo, sin ningún pasillo intermedio. Eso significaba que el que tenía el lugar numerado al final, tenía que pasar por delante de todos con los inconvenientes que ello significa. El problema se dio cuando ya el concierto había comenzado, y un silencio respetuoso enmarcaba las primeras canciones y llegaban estos personajes a última hora, produciendo molestias no sólo a la fila afectada, sino a los que estaban alrededor y más atrás. ¿Cuándo se irá a aprender en este paisito que la hora es la hora que se dice, que el tiempo no es elástico, ni acomodaticio a las necesidades de cada uno. Eso fue una cosa. La otra, que algunos se dedicaron a conversar en voz alta, o como un murmullo que, dado el tenor del concierto realmente se dejaba sentir...En fin, pequeñas perlas negras que se dejaron sentir. Pero igual, el concierto una maravilla!!

martes, 11 de marzo de 2008

...de regreso a la luz


¿Alguien ha pasado en algún momento de la vida por esos estados de oscuridad casi absoluta?, ¿cuando uno siente que no desea sacar la cabeza a la luz y quedarse atrapada en lo más profundo de las sábanas? ¿O cuando el pecho duele de tanta opresión y los ojos no resisten ya la avalancha de lágrimas que desea salir? ¿O cuando hasta el canto de los pájaros o el murmullo del viento molesta? ¿O cuando cualquier rostro, aunque sea del amigo, resulta insoportable?...

Bueno, en esa suma total de cosas andaba yo la semana pasada.... Tanto era que intentaba huir de mí misma porque mi propio yo me molestaba...Son pocas las veces que me dejo arrastrar por esos estado... y cuando llegan no les quito la mirada, más bien dejo que penetren sabiendo que son estados, y como ello no es permanente.


El viernes, después de cuatro días de flagelación emocional, me dije que había llegado el momento de tener el carro... y me fui a casa de una amiga... Allí, en esta soledad acompañada (sólo estábamos las dos) abrí mis ojos para que por fin saliese ese torrente de lágrimas y mi pecho descansó en las palabras...Pasé alejada de mis entornos cotidianos todo el fin de semana....fuimos al cine (Gangster Americano, con Denzel Washington, una película de muchísima acción, pero bien hecha y especial cuando se anda en momentos de enojo con el mundo), comimos rico, nos tomamos unos vinos que estaban mejor...pero antes que nada hablé, hasta que la garganta comenzó a reclamarme...Hasta aquí habría llegado la historia de este momento, si no hubiese sido por el escándalo que armaron mis amigas...

Sucede que el día viernes, antes de partir, escribí un mail a algunas de ellas, contándole que salía y que estaría ausente todo el fin de semana, y que no me buscasen...Pero, como suele suceder, nadie vio el mail...Sabían que yo andaba mal y el sábado comenzaron a llamarme desde temprano a casa...Por supuesto no respondía como tampoco el celular que, también casualmente, lo tengo malogrado...Como es normal se juntaron al mediodía en el café y allí las mentes prolíferas e imaginativas que las caracterizan, comenzaron a tejer las historias más increíbles... desde que había vuelto con una pareja que pasó en este último tiempo por mi vida y que no vale la pena ni de acordarse de su nombre (por eso está en uno de los extremos) hasta que empachado de pastillas y que estaría en casa en estado catatónico...(felizmente alguien que me conoce un poco más aseguro que ello era improbable porque yo no acostumbro ni a tener pastillas para el dolor de cabeza...). Bueno la cosa fue que alimentadas mutuamente con tanta historia, llegaron en dos momentos en la conserjería...tocaron la puerta del departamento, me buscaron por todos los rincones, incluso en el basurero (no haya sido que me haya tirado por el incinerador), husmearon bajo la puerta y nada...No encontraron rastros de mi....Comenzaron a llamar a otras amigas para saber si sabían algo de mí...y nada...La preocupación iba en aumento ( esas alturas un cuarto de Santiago se había enterado que yo andaba desaparecida) y se acrecentó el domingo cuando yo aún no llegaba...Cuando al caer la tarde de ese día llegué por fin a casa los conserjes me recibieron como quien ve a una aparecida...y yo sonriente, con la mirada brillante de tantos días de andar sin luz...Allí me fui enterando a trozos de lo que había pasado, por supuesto llamé a todo el mundo para que se quedaran tranquilas y cada una desde su lugar me llenó de abrazos y de besos...

Hermoso, ¿verdad? Constatar una vez más que esta amistad que nos ha enredado durante tantos años no es sólo el compartir los momentos agradables, de salir a comer, ver una obra de teatro o ir al cine juntas... es además preocupación por cada una, es darse tiempo para escuchar y para recibir lágrimas...es el saber entender y respetar a cada una en su diversidad y en sus divergencias...Esto terminó por inundarme definitivamente de la luz y el amor que por algunos días como que permanecieron ocultos en las sombras.